Prólogo

Antes de comenzar a mezclar informaciones, recalcaré la importancia de leer el prólogo, ya que ahí el autor nos aporta una serie de directrices para comprender el texto, además de no emplear recursos literarios donde esconderse, su idiolecto es puro y sin artificios.



En mi búsqueda del idiolecto, he considerado que la mejor fuente para investigar, sin miedos a equívocos, es el prólogo del Lazarillo para poder ver al autor sin temor a censura, ni castigo y con voz propia. Su registro lingüístico, su estilo, no se ve condicionado: la voz y competencia del autor en estado puro. Y como ya he comentado en otra entrada, conocer al autor, su contexto e intenciones nos descubre la obra tal y como la concibe un padre -véase el caso de la carta al lector desocupado de Cervantes en el Quijote-: directrices para comprender la nonada en ese grosero estilo.



El prólogo comienza con un “Yo”, y no es un yo cualquiera, es un “Yo” humanista, primera persona del singular: mi visión del mundo como ser humano. Tras ese “Yo” aparecen un “por bien cosas tan señaladas y por ventura nunca oýdas ni vistas”, esto nos quiere decir que no ha vivido en primera persona estas cosas que va a narrar; sin embargo, quiere dejar constancia -como bien leeremos a continuación- con todo lujo de detalles para que “no se entierren en la sepultura del olvido” y que lo sepa todo el mundo, que no se oculte, que se desvele el secreto de lo que este autor tiene por bueno. Recalco mucho esto porque es la intencionalidad del autor: conoce un delito que nadie más conoce y no quiere que pase desapercibido. Y ahora viene una parte especialmente importante: “pues podría ser que alguno las lea halle algo que le agrade”, alguno, ese alguno me temo que, en cierta manera, sea un nombre parlante que necesite ver o compartir ideales, la famosa catarsis de la que habla Aristóteles. Prosigue, “y a los que no ahondaren tanto los deleite” aquí el autor nos advierte que aquellos que no son alguno no van a captar el verdadero mensaje, por lo que simplemente se seguirán riendo de las desgracias que él por bien tiene y no quiere que caigan en la sepultura del olvido.

A continuación, cita a sus referentes como son Plinio el Viejo, Tulio; no me detendré en dichas citas porque ya existe documentación muy por extenso del tema.



«¿Quién piensa que el soldado que es primero de escala tiene más aborrecido el bivir?»

Un interrogante de lo más curioso, ya que nos remite a un Ubi sunt, en donde, probablemente, busque los restos de una virtud perdida, tal como lo hizo el poeta que en las artes y las letras es lo mismo, Manrique.



«O qué maravillosamente lo ha hecho Vuestra Reverencia»

Esta reflexión es, creo, de mi propia cosecha. ¿Vuestra Reverencia se refiere directamente a la figura de Carlos I de España, V de Alemania? Ese al que el pueblo español no deseaba por no dominar la lengua y delate una ironía de la búsqueda de un buen rey. ¿Por qué llego a esta irónica reflexión? Pues tras leer un poco la biografía de Carlos V y teniendo en mente a un autor, mi conclusión es que el autor del Lazarillo conocía a su Majestad el emperador, su ilustrísima o, como en este caso, Vuestra Reverencia; tal vez se remita a Isabel de Portugal, ya que esta se encargaba de los asuntos de estado en ausencia de su esposo.



«Y todo va desta manera, que confessando yo no ser más santo que mis vezinos, de esta nonada que en este grossero estylo escrivo, …»

«Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra» y para que mi registro (estilo) docto, culto, erudito no te pierda, te escribo de forma coloquial, para que mi mensaje no caiga en la «sepultura del olvido y que todos hallen algo bueno en él», una doctrina, una jurisprudencia, una moralidad perdida, una virtud a alcanzar.



«Suplico a Vuestra Merced…» esperando a que algún poder que está por encima de él pueda cambiar las cosas, al conocer el «caso» expone los hechos muy por extenso y «se tenga entera noticia de mi persona» ¿cómo es posible esto si nunca lo ha visto ni vivido? juego retórico, literario, recurso, … algo que reflexionar y meditar. «Pues fortuna fue con ellos parcial», siempre que leo esto recuerdo a la diosa mitológica, y tal vez, solamente tal vez, a la justicia. Claro, que sin remar no se puede salir a buen puerto, y sin embargo, está en la cumbre de toda su buena Fortuna cuando en Toledo Carlos V convoca cortes. No, no os quiero desvelar mis pensamientos al respecto, todavía, os invito a que reflexionéis con esta reescritura de la obra.

No hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto para que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fruto. Porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben. Y, a este propósito, dice Tulio: «La honra cría las artes».